Voy por la calle y veo cómo, ante la proximidad de las elecciones europeas, marquesinas de autobús, taxis, metros y un largo etcétera se empiezan a vestir de propaganda electoral, diciendo sí, no, blanco, negro y toda esa amalgama de opciones confusas y contradictorias que llamamos democracia. Uno de esos carteles llama especialmente mi atención:
Pienso ¿dónde he visto esto yo antes? Y al instante me viene la respuesta:
Lo que yo decía, habas cocidas.
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