Y poco a poco aceptas que lo que viviste, esa maravilla hecha rutina, no es más que un recuerdo en tu memoria, una apagada melancolía, un fósil pétreo sugiriendo que una vida mejor es posible. Si eres hábil consigues convertir el recuerdo en motivación para tratar de alcanzar de nuevo esa suerte de nirvana estival. Pero mientras lo logras, revives los momentos evocándolos, narrándolos, compartiéndolos con los tuyos para volver, siquiera momentáneamente, a aquellos grandes momentos.
Habréis notado que he estado un par de semanas sin escribir y los avispados habréis deducido ya por la temática de esta entrada que se debe a que he estado de vacaciones. Unas grandes vacaciones que ocupan el segundo puesto en mi lista de vacaciones míticas, justo después de Japón. Cuatro países, seis playas, dos mares. Un sueño que ha terminado y que pronto será reemplazado por mi rutina londinense, un sueño del que solo me quedará evocar, narrar, compartir. Y lo haré aquí, en El Gato Gordo.
Stay tuned.
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