La semana pasada logré cumplir con uno de los objetivos que más tiempo llevo persiguiendo: llevarme a mi compañera de piso francesa a las fallas de Valencia y enseñarle cómo nos las gastamos en la capital del Turia cuando se trata de disfrutar de la vida... La chica volvió a Londres a grito de "dios, qué duro es ser español, ¡vaya aguante tenéis!".
Mi compañera se quedó en Valencia una semana, tiempo más que suficiente para recorrer la ciudad y los alrededores. Enseñar mi ciudad a una extranjera me dio la oportunidad de verla con otros ojos y experimentar cuánto está cambiando en los últimos años... de las muchas cosas que que redescubrí me ha parecido especialmente interesante la escena gastronómica y le he querido dedicar un artículo.
Para empezar, como buena extranjera, mi querida francesa quería probar unas buenas tapas, no de las de clase alta, sino las que tomaría cualquier hijo de vecino. Para esto aconsejo en general evitar las franquicias, especialmente los BarrioBar que ofrecen baja calidad y alto precio (decepción asegurada); sin embargo cadenas como Cien Montaditos o Cañas y Tapas no están mal.
Por otra parte, me gusta el desarrollo que está experimentando la cocina internacional. Por ejemplo, existen varios japoneses por la ciudad, la mayoría de ellos tirando a mediocres, pero por la zona de Plaza Cánovas hay algunos bastante buenos. También me topé recientemente con un asador brasileño en el centro comercial El Saler: la carne es de calidad media (no es mala, pero tampoco espectacular), pero el método de asado y el formato de bufet libre le dan un toque muy atractivo.
Para un sabor tradicional, como una buena paella o un arroz meloso típico valenciano, lo mejor son los restaurantes de El Palmar o del puerto de Catarroja. Bajo ningún concepto, y digo ninguno, debería cualquier persona que aprecie su paladar probar un producto de Paellador, eso es una autentica aberración. Recuerdo a los lectores que la paella tradicional valenciana es de carne, no de pescado y, si me apuran, nada de cocinada a gas o calentada en el microondas, ha de hacerse al momento y sobre fuego de leña de naranjo.
Ahora bien, mi más grato descubrimiento es un nuevo bar restaurante justo frente a Presidencia de la Generalitat Valenciana en la Plaza Manises: el Valentina. Anteriormente conocido como Pálpito, el local tiene ahora nuevos dueños (una gente muy maja venida de Chiva) y le han dado una vuelta a la cocina digna de mención. Estuve cenando allí el sábado pasado y me quedé gratamente impresionado con el menú, donde destaco la ensalada de naranja y bacalao, el timbal de sepia, las bravas absolutamente perfectas (suaves por dentro y crujientes por fuera), la morcilla con nuevo escaldado y crema de patata y, como principal, la "hamburguesa deconstruida" (sin el pan de arriba, bañada en crema de queso y con un bacon tan bien cocinado que casi le roba protagonismo a la carne). Y eso sin hablar de las hamburguesas que vienen: carne de toro de lidia, de ciervo, de camello, de zebra...
Poco a poco Valencia se va convirtiendo no solo en una central de fiesta y playa, sino también de buena cocina. Y, si uno cuenta con poco tiempo y quiere disfrutar de una buena cena, aconsejo visitar mi último descubrimiento, el Valentina.
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