O cupones de grupo. Seguro que todos habéis comprado ya uno o dos (o más). Son estas páginas tipo Groupon, o tipo livingSocial, o KGB Deals, o Wouchers, o quién sabe cuántas más hay por ahí. Llevan un tiempo entre nosotros y poco a poco se han normalizado hasta ser algo cotidiano pero, ¿os acordáis de cómo empezaron?
Al principio eran cosas normalitas. Recuerdo mi primera compra, un vale de £5 para comer en Wagamama que me costó tan solo £1 (y que motivó el artículo El marketing viral llevado a los cupones de descuento). Recuerdo que era imprescindible que un número mínimo de personas comprara el producto para que la venta se declarara válida, de esa mana se aseguraban una ganancia mínima en cada campaña.
Con el tiempo se meten más y más empresas, algunas con mucha picardía. Me topé una vez con un pase para escalar en rocódromo con un instructor dedicado a ti durante media hora y que costaba £25... cuando en cualquier sitio te cobran £5 por la entrada y, pese a no tener instructor dedicado, cualquiera de los presentes está dispuesto a ayudarte si le preguntas. Desde que vi este siempre compruebo el precio de la "oferta" con los precios de mercado, y me encuentro con frecuencia que de oferta nada.
Este tipo de páginas propició también una pequeña burbuja de empresas de ocio de lujo o de aventura. La idea era simple: los inversores pensaban que el ocio de lujo podía calar entre la rica sociedad londinense, y utilizarían los descuentos como puerta de entrada para romper la resistencia hacia el nuevo ocio. Así empezaron a aparecer descuentos en empresas que te alquilaban coches superdeportivos para conducirlos en un circuito de velocidad, descuentos en restaurante exóticos como el sudafricano Shaka Zulu, clases de vuelo o incluso de lanzamiento de hacha de guerra. Mi compañero de piso compró el de los coches, y para cuando llamó para hacer una reserva la empresa había quebrado y se tuvo que conformar con una devolución.
Y hasta hoy, que hemos llegado al punto en el que todo vale. Blanqueamiento de diente, masajes, té con champán, bronceado artificial... Durante una semana entera estuve recibiendo una oferta diaria para depilación brasileña a la cera, me dieron ganas de contestarles y decirles que no, que desistieran, que a mí las bolas me gustan peluditas.
Pero el colofón me vino ayer, la guinda del pastel: un descuento para una irrigación de colon. Porque no hay nada que me alegre más el día que comprobar las ofertas de la mañana y encontrarme una lavativa a mitad de precio. Abre el grifo y sonríe, que la bicicleta viene sin sillín.
Me pregunto qué ofertas se pueden encontrar en localizaciones un tanto más "piratas". Igual puede uno comprar dos riñones al precio de uno o contratar un matón particular durante un mes con un 40% de descuento. O uranio rebajado, ¡que me lo quitan de las manos!
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