Para explicar mi razonamiento vayamos atrás en el tiempo, concretamente unos 70 años atrás. Franco se declara vencedor de la Guerra Civil española y empieza a planificar cómo va a dirigir el país y, muy importante, cómo va a controlar los muchos núcleos republicanos que aún quedan. La fuerza bruta no puede durar para siempre, al menos si uno no quiere entrar en una guerra eterna, y necesita otro tipo de control, uno mucho más extendido y más arraigado en la población, algo que los vigile e influya desde la cercanía, desde la confianza. Y Franco piensa en una institución con una organización fuertemente jerarquizada y presente en todo barrio y pueblo de España: la Iglesia Católica. Con la alianza entre Franco e Iglesia el dictador se aseguró un aliado a través del cual ejercer su dominio de manera muy cercana al ciudadano.
Con el fin del régimen y la llegada de la democracia la izquierda política vuelve a tener una oportunidad, pero sabedora de la necesidad de las influencias necesita de aliados de similar calibre, y busca a otra fuerza organizada con fuerte jerarquía y con una gran y variada presencia entre los españoles... tal fuerza no existía de manera legal antes de la transición, pero los gestos liberalizadores tras la caída del régimen crearon la estructura que la izquierda necesitaba: los sindicatos, presentes en cada empresa del país y, por tanto, proporcionando los "tentáculos" de influencia que la izquierda necesita. Los sindicatos son, de esta forma, el equivalente izquierdista a la Iglesia Católica.
Es más, si analizamos las relaciones entre Gobierno, Iglesia, sindicatos y sociedad vemos muchos paralelismos. Pongamos por ejemplo los beneficios fiscales de los que goza la Iglesia Católica, como la exención de pagar el IBI (muy comentada en estos días). Para empezar habría que matizar que este no es un beneficio exclusivo de la Iglesia Católica, sino que todo inmueble destinado al ejercicio de un culto religioso está exento de pagar IBI (artículo 62 de la Ley Reguladora de las Haciendas Locales); sin embargo en ningún momento se ha pedido a sinagogas o mezquitas que paguen también sus impuestos, de manera que tenemos aquí el ingrediente de discriminación injustificada que la izquierda tuvo durante el Franquismo. Pero habría que añadir, además, que los sindicatos también se benefician económicamente del favor del Gobierno: tomando datos de 2009, los dos principales sindicatos UGT y CCOO recibieron subvenciones directas del Gobierno por valor de 193 millones de euros... y esto es solo las subvenciones directas (no a sus respectivas fundaciones) y de parte del Gobierno central (no de administraciones autonómicas o municipales). Tenemos pues otro injustificado trato preferente.
Pero los beneficios de los sindicatos no acaban aquí. Si bien hoy en día es una queja común decir que los políticos no representan a la ciudadanía porque gozan de privilegios que la ciudadanía no tiene, se ve como algo perfectamente aceptable que los representantes de los trabajadores (los sindicalistas) tengan privilegios que el resto de trabajadores no tienen. Simplemente para ilustrar esta afirmación, podemos poner como ejemplo el artículo 52 del Estatuto de los Trabajadores, que establece que ante una situación de despido por causas objetivas (por ejemplo porque el puesto ha dejado de ser necesario para la empresa) los sindicalistas tienen preferencia a la hora de conservar el puesto... es decir, que no importa cuán incompetente uno pueda ser, si es sindicalista será el último en ser despedido. Trato similar podemos ver en un gran número de centros sanitarios o educativos donde monjas y curas han tenido una "casa franca" donde operar sin temor al despido... tenemos pues otro paralelismo en cuanto a la permanencia en el puesto de trabajo sin necesidad de demostrar habilidades.
Podría seguir, pero creo que la idea ya está clara y no quiero extenderme más de lo necesario. Derecha e izquierda son dos bandos y cada uno favorece a sus aliados, como siempre se ha hecho entre bandos. No defiendo los privilegios, pero si denuncio el criticar a uno alabando al otro... la Iglesia Católica debe reducir su influencia en un Estado aconfesional, es cierto, pero también debe hacerlo un sindicalismo egoísta que no aporta más que problemas.