martes, 30 de septiembre de 2008

El águila, las flechas y el yugo

En El Gato Gordo nos gusta mucho hablar de política e historia tanto españolas como internacionales, descubre más en nuestras secciones.

Muchas veces he oído, no sin tremenda lástima por la ignorancia ajena, críticas a símbolos como el águila, las flechas y, en menor medida, el yugo por ser considerados símbolos franquistas. Y digo lo de tremenda lástima por la ignorancia ajena porque, si bien es cierto que estos elementos estaban presentes en el escudo de España utilizado durante la dictadura de Francisco Franco, no es cierto que el dictador instaurara estos símbolos: simplemente los restauró.

Recientemente hemos asistido a una condena sucesiva de las numerosísimas barbaridades que se cometieron durante la dictadura, lo cual es algo positivo siempre y cuando se haga desde el conocimiento. Un ataque dictado por la ignorancia siempre será maligno, siendo víctimas personas de todos los bandos. Todo intento de eliminar una simbología, sea por el motivo que fuere, sin saber lo que realmente representa no hará sino menoscabar la veracidad y la fortaleza de ese sustrato que nos identifica y que llamamos Historia (para bien o para mal, esos 40 años forman parte de nuestra historia).

Retóricas aparte, estudiemos detenidamente estos símbolos. Durante la dictadura de Franco se utilizaron varios modelos de escudo, siendo el siguiente uno de los más populares:



De todos los símbolos que aparecen en esta imagen solo uno es atribuible a Franco: el lema "UNA GRANDE LIBRE". El águila que da soporte es en realidad el águila de San Juan evangelista (nótese que la cabeza del águila tiene la corona del santo), elegida por los Reyes Católicos como base del escudo común que utilizarían tras su unión. Las flechas y el yugo, utilizados por el instituto de vivienda de la época (visibles en las cada vez menos frecuentes placas de Vivienda de Protección Oficial) simbolizan a los propios reyes, el yugo a Fernando II de Aragón y las flechas a Isabel I de Castilla. Para mostrarlo, véase el escudo de armas que se diseñó tras la unión de Castilla y Aragón:



Por otra parte, el lema "PLUS ULTRA" rodeando las Columnas de Hércules tampoco es atribuible a Franco, sino a la misma Isabel I de Castilla. Según la mitología, las Columnas de Hércules estaban situadas en el estrecho de Gibraltar y tenían una inscripción que rezaba "Non terrae plus ultra", es decir, "No hay tierra más allá", indicando el límite de la navegabilidad. Con la conquista de América se añadió el lema "PLUS ULTRA" ligado a dichas columnas para hacer referencia a los territorios más allá del estrecho (conservado en el escudo actual como referencia a las Islas Canarias). Este símbolo ya podía verse en el escudo de Carlos I:



Espero que esto ayude al lector a despejar ciertas dudas sobre simbología franquista y no franquista y ayude a calmar esos ánimos de destrucción simbológica (ánimos que por desgracia son cada vez más populares). El conocimiento nos hace libres, y por ello hemos de conservarlo.

Véase también:
Información extendida sobre la historia del Escudo de España.
Asociación del yugo y las flechas a los Reyes Católicos.
Sobre las Columnas de Hércules.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Reflexiones matutinas

¿Quién de vosotros no ha experimentado algo así? Quien no lo haya hecho claramente no ha vivido (Muisheto, tú me entiendes)...


domingo, 28 de septiembre de 2008

El violinista en el tejado

No, el título de esta entrada no tiene nada que ver con la película de Norman Jewison, ni mucho menos con la obra de teatro en que se basó ni con la novela rusa que inspiró esta historia (Las hijas de Tevye, por si a alguien le interesa). Tal vez pueda resultar confuso para el lector tamaña violación de las normas básicas de la escritura, "el título debe ser una introducción de lo que vendrá a continuación", pero ya viene bien que comencemos la andadura de este blog de manera tan extraña: así la (esperemos) creciente audencia sabrá a qué debe atenerse.

Parece que ha habido una especie de pulso entre los dos coautores para ver quién daba el primer paso. Ya sea por respeto al espíritu de equipo o por miedo a darse la primera en la frente cada uno dejaba al otro el honor de la inauguración, creando la bizarra situación de mantener un espacio de expresión que no tiene nada que decir; bien, al final ha sido Muisheto Feroz quien se ha llevado el gato gordo al agua y he acabado cediendo: ladies and gentleman, this blog is officially on.

La temática será extremadamente variada, o mejor dicho, no habrá temática. Este blog está pensado como una vía de escape a todas aquellas cuestiones que nos corroen por dentro y que no podemos liberar en forma de flatulencia. Estoy seguro de que sabéis a lo que me refiero, a todos os ha pasado alguna vez. Son aquellas reflexiones que están continuamente en tu cabeza, ese run-run incesante que conforma el ruido de fondo de tus pensamientos. Lo tienes tú y lo tengo yo, solo que en este lado además hemos pensado que nuestras reflexiones son de tanta calidad que merecen ser compartidas con el mundo; ya ves, llámame inmodesto, seguro que tú lector eres feo, tonto, calvo o algo mucho peor... y si no lo eres, ¿qué carajo haces aquí? ¡Sal a la calle a conquistar mujeres! (N.d.A.: el último chascarrillo se aplica también a mujeres con respecto a hombres, a hombres con respecto a hombres y a mujeres con respecto a mujeres; no queremos que el ministerio de Bibiana Aído nos venga a tocar los mondongos a las primeras de cambio).

Pero volvamos al tema que nos ocupa: El vionilista en el tejado. Como ya he dicho esta entrada no tiene nada que ver con la película, aunque sí con los violines. O más bien con un violín en concreto, el violín de tres cuerdas que apoyé en mi hombro izquierdo el pasado jueves. Estaba en una especie de concierto amateur en casa de unos amigos, había flautas, un órgano y un violín. Yo nunca he tocado ningún instrumento, pero como todo hijo de vecino me hacía ilusión probar suerte con aquel violín. Tras pocos minutos arañando cuerdas conseguí arrancarle algunas notas, no es que fuera fácil, pero tuve la sensación de que con práctica podría hacer que aquello funcionara. Y entonces uno de mis amigos soltó una pequeña bomba: "¿por qué no aprendes a tocar un instrumento?"

Lo de "bomba" es porque la pregunta era totalmente lícita: ¿por qué no lo hago? La verdad es que me encantaría. Más de una vez he fantaseado con la tremenda expresividad que otorga saber tocar un instrumento, y en ese mismísimo momento lo hice. Durante una décima de segundo me vi con un violín en el hombro, los ojos cerrados, las manos moviéndose con total autonomía y mis pensamientos modulando una melodía que impregnaba el aire. Era como decir sin hablar. Melodías monótonas y pausadas para expresar calma, melodías con saltos entre graves y agudos y rápidos cambios para expresar excitación. Y combinar estas melodías con las de otros músicos, alcanzando lo que casi podría considerarse una comunicación telepática.

Sí, sería grandioso, pero detrás de la fantasía hay una realidad: dedicación, dedicación y más dedicación. Tristemente tuve que reconocer que no tengo tiempo para aprender a tocar un instrumento, ya que mi tiempo ya anda escaso para cumplir con mis otros proyectos personales. Uno tiene que ser realista y elegir, de entre todas las actividades que podría hacer, cuáles son las que le van a proporcionar mayor satisfacción y concentrarse en ellas, y la verdad es que yo ya tengo overhobbying. Es cierto que uno debe luchar siempre por conseguir sus metas, pero como ya me enseñó un buen amigo, a veces hay que renunciar a unas puertas para sacar provecho de otras.

Esta fue la primera entrada, queda vista para sentencia.