viernes, 29 de junio de 2012

How to hate the public health system in 10 easy steps

United Kingdom. You need to register for a GP, buy you're foreign so you're not quite sure about the process. You check the golden source: the Internet. This is how it goes.

  1. Find the website of the NHS, the public health body. A fairly nice website I must say, well structured. Go to the section "Find a GP"
  2. Introduce your postcode to get results near you and check the options that apply. In my case: practitioners that accept appointments at 8am and practitioners that provide travel vaccines. Get one promising result.
  3. Read carefully the procedure to apply. There is a form on-line that needs to be printed and filled, nothing else seems necessary.
  4. Go early in the morning to the practitioner and hand the paper. The practitioner rejects the form claiming that they use their own ones (even though mine is from the official NHS website). Also they request proof of address.
  5. Back home to pick a bank statement as proof of address. Back to the practitioner, provide papers. The clerk discusses for 10 minutes with her colleagues whether they know my address and whether they should accept me. They look in a map and affirm that there's another one closer to my house and advise me to register in that one.
  6. In reply, I indicate that I know of the existence of the other practitioner, but I came specifically to this one due to the timetable and the travel vaccines (not provided in the other one). They indicate that travel vaccines are only provided after being registered for 6 months, hence I'll have to go private and pay out of my pocket.
  7. Accepting that major drawback (the vaccine is the only reason for which I was registering) I decide go register anyway, you never know. The "local" form that I'm requested to fill looks exactly the same as the one I brought. After filling the form, the clerk uses it to type the details on a computer, it makes me wonder what difference it made if the damn thing is to go on a computer.
  8. They claim the postcode of my precious address, EC2A 3AH, isn't valid. I need to bring up Google Maps in my phone to prove them wrong; it makes me worry about the core competences of a bunch of people who can't even read postcodes.
  9. After typing in data clerk announces I need an introductory appointment and mentions Wednesday at 4:40pm, I request any day at 8am. "We don't arrange any appointments before 9am". I indicate that according to the official NHS website they do, which is one of the reasons I chose this practitioner. "I don't know anything about that website, but we don't arrange appointments before 9am". It makes me worry that an NHS employee doesn't know about the official NHS website nor its contents.
  10. I lose faith in the process and ask the clerk to cancel the registration, I will register somewhere else. Reply is the registration is now effective and cannot be cancelled easily, it will take some weeks to de-register. Weeks, they say. I give up and simply leave.

If this is what my tax goes to I'd rather have the NHS completely shut down.

martes, 26 de junio de 2012

San Petersburgo: sol sobre el paralelo 59

Tras ese viaje en tren en el que pensaba que mi vida iba a acabar llegué bien temprano a San Petersburgo. Con el mal sueño y el humo de tabaco matutino (en Rusia se fuma una barbaridad) empecé el día con cierto malestar que no mejoró al comprobar el escaso conocimiento local del inglés (ni tan siquiera al entrar a un Service Centre donde, según la señal de la puerta, se hablaba inglés), así que me metí un buen desayuno entre pecho y espalda mientras planeaba por mi cuenta el estudio la ciudad.

Mi exploración estuvo principalmente basada en la historia de la ciudad. San Petersburgo fue creada a principios del siglo XVIII por el zar Pedro I el Grande como punto de defensa contra una imposible invasión sueca, por lo que lo primero que se construyó (y lo primero que visité:) fue una imponente fortaleza a la orilla del río.

La fortaleza sigue el patrón básico de todo kremlin ruso: una gran muralla con torreones defensivos que alberga una pequeña ciudad. Algunas de las construcciones interiores conservan su utilidad original, como la gran iglesia central utilizada para enterrar a los zares de Rusia.

Sepulcro de Pedro el Grande


Otros evolucionaron en usos cada vez más perversos, como la prisión común en el lado oeste que acabó convertida en prisión política durante la revolución bolchevique y donde se encarcelaba a delincuentes cuyo único delito era "no ser proletario". Finalmente, muchas de las estructuras han sido recondicionadas como museos, entre ellos destacando el museo aeroespacial ruso donde se puede encontrar hasta una auténtica cápsula soyuz utilizada para la reentrada desde la estación espacial internacional; hay que decir que no hay ni el más pequeño punto de comparación con el museo equivalente en Washington DC, pero aún así resulta interesante.


Según se desarrollaba la actividad en torno a esta nueva fortaleza Pedro el Grande tomó una segunda decisión: trasladar la capital del imperio ruso a la recientemente creada San Petersburgo. Con este movimiento perseguía dos objetivos, por una parte influir sobre la oligarquía para que se trasladara a la ciudad septentrional y colaborara de forma implícita en su desarrollo (con la oligarquía vienen sus necesidades, lo que fomenta la creación de un saludable mercado) y por otra centrarse en las oportunidades comerciales que el mar del norte ofrece, muy por encima de las de una Moscú conectada por malas carreteas y un río que solo conduce al mar Báltico.

Con tan creciente población y de tantas condiciones una simple fortaleza no basta, y se lanzaron varios proyectos de urbanización de la zona con el ojo puesto en la riqueza que vendría. Como se ve en el siguiente mapa, la fortaleza está frente a un recodo del río al que miran tres grandes lenguas de tierra, por lo que el diseño urbanístico tomó el río como plaza central y tierra firma como el lugar donde edificar.

Vista aérea de la "plaza central", con la fortaleza al norte, la puerta del mar a la izquierda y los palacios a la vera de la margen sur del río.


Así, al oeste se construyó el almirantazgo y la Puerta del Mar, un muelle más decorativo que funcional pero que servía de entrada de gala a la ciudad.


Mientras tanto, al sur, se construyó una línea de palacios, todos ellos con su fachada principal mirando al mar y que darían a conocer San Petersburgo con el sobrenombre de "la Venecia del norte".


Finalmente, no solo de palacios vive el hombre, y mis siguientes pasos se encaminaron hacia el último signo del desarrollo de esta gran urbe: la avenida Nevski, principal arteria comercial de la ciudad. Con su inicio cercano al Palacio de Invierno, la avenida Nevski se extiende cerca de 4.5 km. Es una calle recta, alineada con el desarrollo del sol e iluminada durante esos días de mayo desde las 5:00 hasta las 22:30 (benditas noches blancas). Su arquitectura es una sucesión de maravilla tras maravilla, con algunos canales que cruzan al más puro estilo Amsterdam e incluso catedrales que poco han de envidiar a sus parientes moscovitas.


En resumen, solo un día pasé en esta ciudad, pero fue un día más que merecedor de aquella mala noche que pasé en compañía de tres gigantones rusos totalmente estereotipados. Aconsejo una visita ante la menor oportunidad.

miércoles, 6 de junio de 2012

El dilema del prisionero hecho espectáctulo

Un amigo me pasa el siguiente vídeo de un programa que solían echar en el canal británico ITV. El programa se llamaba "Golden Balls" y estaba basado en el dilema del prisionero. Básicamente hay £6500 en juego por las que dos concursantes luchan; cada concursante cuenta con dos bolas, una llamada Compartir (Split) y otra llamada Robar (Steal). Ambos concursantes eligen una bola y la muestran a la vez, y las elecciones posibles determinarán el reparto de dinero:
  • Si ambos escogen Compartir, cada uno se lleva £3250. 
  • Si uno escoge Compartir y otro Robar, el que Roba se lleva todo el dinero y el que Comparte se queda con nada. 
  • Si ambos escogen Robar ambos se van con nada. 
Un ejemplo de la dinámica la podemos ver en este vídeo (en inglés).




Al margen del atractivo televisivo que pueden tener las técnicas manipuladoras de ambos concursantes, el análisis del concurso desvela interesantes efectos colaterales. Pongamos que uno quiere asegurarse ganar lo máximo posible, este sería su razonamiento:
  • Caso 1, escojo Compartir. Si el otro escoge también Compartir me llevo £3250, si el otro escoge Robar me llevo £0. Por lo que en el caso medio me llevo £1625. 
  • Caso 2, escojo Robar. Si el otro escoge también Robar me llevo £0, si el otro escoge Compartir me llevo £6500. En el caso medio me llevo £3250.
Visto esto, parecería que la opción más inteligente es ir siempre hacia Robar. Sin embargo, en el análisis anterior hemos partido de dos asunciones: la elección del otro es una variable aleatoria uniformemente distribuida (es decir, ambas opciones tienen una probabilidad de ocurrir del 50%) y el experimento se hace una sola vez. ¿Qué pasaría si el experimento se hiciera en múltiples ocasiones? ¿Si en lugar de participar una sola vez participo un gran número de veces contra diferentes concursantes?

Cuando tenemos en cuenta múltiples ocurrencias hay una manera alternativa de calcular las ganancias: tanto más ganarán los concursantes según más pierda el organizador, lo que significa que la estrategia a seguir es aquella que haga que el organizador se desprenda de la mayor cantidad de dinero posible independientemente de a manos de quién vaya ese dinero; de esta forma:
  • Caso 1, escojo Compartir. Si el otro escoge también Compartir el premio se reparte, por lo que el organizador pierde £6500. Si el otro escoge Robar se quedará con el total, por lo que el organizador pierde también £6500. De media, el organizador pierde £6500. 
  • Caso 2, escojo Robar. Si el otro escoge Compartir me quedo con la totalidad del premio, por lo que el organizador pierde £6500. Si el otro escoge también Robar nos quedamos los dos sin nada, por lo que el organizador no pierde dinero. De media, el organizador pierde £3250. 
Viéndolo así parece evidente que el organizador maximiza sus pérdidas cuando los concursantes escogen Compartir, por lo que "la comunidad de concursantes" se maximiza sus beneficios cuando los concursantes deciden compartir en lugar de robar. Ahora bien, beneficiar al conjunto solo beneficia al individuo si las ganancias del conjunto son equitativamente repartidas, y aquí es donde entra en juego la naturaleza del dilema: ¿cuán beneficioso es para un individuo formar parte de un conjunto?

Me gusta este programa porque presenta a modo de entretenimiento televisivo una pregunta social y moral muy interesante. En sociedades bien construidas el individuo se beneficia de la ganancia del conjunto, ergo es de sentido común buscar el beneficio común y no el individual. Sin embargo, cuando uno rompe la relación entre individuo y sociedad y persigue el beneficio propio en aras del global, Robar se convierte en la mejor opción.

Cuán representativo.

lunes, 4 de junio de 2012

Compañeros de viaje II: Rusias y leyendas

Mi amiga, en cuyo hotelazo de cinco estrellas me estaba alojando, me había advertido por activa y por pasiva de los peligros de Rusia. Trata de evitar el metro, pide un taxi. Usa taxis registrados, nada de gente ilegal que va por la calle haciéndote ofertas. No vayas a zonas poco transitadas. No te pasees por ahí con un mapa en la mano como el perfecto guiri. Y otro sinfín de advertencias. Al final resultó que tamaña precaución no era necesaria, tomé el metro y me paseé por las calles de Moscú con total comodidad, pero lo cierto es que en parte había conseguido meterme el miedo en el cuerpo.

Sucedió que quería pasar mi tercer día ruso en San Petersburgo, para lo que lo más conveniente era coger el tren nocturno. Con los temores inculcados por mi amiga decidí no aventurarme por mi cuenta en el sistema de trenes rusos y pedí al personal del hotel que hicieran la reserva por mí. Con mucho gusto señor, estos son sus billetes y este su horario, le facilitaremos un taxi a la estación para que no se pierda. Mira qué majetes.

Y, con tantas atenciones, llego al camarote de mi coche cama que he de compartir con otros tres individuos, acordándome de lo bonito que puede ser conocer nuevos compañeros de viaje, contento por la experiencia que podía venir. Estaba yo pensando en esto, en tal vez conocer a gente joven con quien pasar el día en San Petersburgo, cuando tres gigantones rusos entran por la puerta sin decir ni hola.

Aquellos no hablaban inglés y mi ruso estaba aún en proyecto, así que perdida toda posibilidad de conversación saco mi libro y me dispongo a leer cuando los rusos hacen lo propio y un escalofrío helado me sube por la espalda: el gigantón número uno ha sacado una revista en cuya portada se pueden ver dos machetazos y una pistola, mientras que el gigantón número dos lleva otra con un bonito pero probablemente poco ecológico tanque verde. Se ponen a hojear y entre caracteres rusos veo fotos a todo detalle de rifles de asalto, hachas y cuchillos a lo Rambo. En uno de estas aparece un cañón de artillería pesada, de los que el artillero ha de sentarse encima para maniobrar, y el grandullón de al lado lo señala sonriendo y haciendo algún comentario... parece que le gusta el juguetito, igual se lo está pidiendo para Navidad. ¿Dónde zarajos me he metido?

A pesar de las múltiples advertencias sobre los peligros de Rusia resonando en mi cabeza hago acopio de optimismo y trato de convencerme de que tal despliegue de instrumentos librar muerte no significa nada... al fin y al cabo uno puede leer revistas de coches y no por ello tener un Ferrari, ¿verdad? Tal vez solo sean revistas de caza, me digo, con cañones y rifles de asalto, sí, pero es que igual en Rusia la caza se la toman muy en serio. Igual les gusta desintegrar osos de un cañonazo y recoger los restos con mocho. O igual son traficantes de armas y están estudiando el mercado para ver qué acuerdos tienen que hacer con la mafia rusa de San Petersburgo cuando lleguemos. No sé.

Mi cabeza está dando vueltas y me empiezo a preguntar si realmente estoy a salvo con estos sujetos en el camarote. Sigo buscando explicaciones que me tranquilicen, razones por las que uno podría ir por la vida al tanto de lo último en tecnología machetera. Se me ocurre que tal vez si supiera el título de la revista me daría una pista sobre el contenido, así que me decido a utilizar mi escaso ruso aprendido en los dos últimos días. Empiezo: ka... Esa letra rara es una L, kala... Eso que parece una C es en realidad una S, la H es una N, la N invertida es una I... ¡Ajá! Ya lo tengo: Kalashnikov. Mierda.

La revista se llama Kalashnikov, el nombre del rifle de asalto típico de las resistencias independentistas. El preferido de Bin Laden, que hasta solía llevárselo a la cama cuando iba a dormir. Voy a pasar la noche encerrado en un camarote con tres rusos que se entretienen leyendo una revista sobre armamento llamada Kalashnikov. Maldita sea mi estampa, yo no llego a San Petersburgo. Al menos no vivo. O no entero. O qué leches, seguro que no llego en absoluto pues los tipejos lanzan mi cadáver al exterior para evitar situaciones embarazosas en destino. Voy a acabar mis días en la tundra presiberiana mientras un lobo estepario me mordisquea los higadillos.

Los rusos apagan las luces y yo me acurruco en el catre e intento dormir, recordándome que nos han revisado los pasaportes a la entrada y por tanto no puede ser tan fácil delinquir aquí dentro. Intento dormir, pero constantemente me imagino a uno de los gigantones levántandose despacio a la luz de la luna que entra por la ventana y rebanándome el cuello con un machete. Y luego comentando con sus compañeros, "pues sí que es bueno el cuchillo, mira que corte más limpio, voy a mandar una carta a los de la revista para felicitarles".

Al final fueron todo suposiciones mías, llegamos a destino perfectamente a salvo y pude disfrutar de un gran día en la segunda capital de Rusia. Pero carajo, vaya noche pasé.