viernes, 12 de julio de 2013

La historia de José Español

José Español tuvo una vida difícil. Sus problemas empezaron a temprana edad, en el colegio, cuando sus compañeros lo repudiaban por no traerse la comida en un tupperware como hacían ellos, la madre de José sólo tenía fiambreras y tenía que conformarse con ello. El hecho de que José fuera un apasionado del balompié mientras sus compañeros querían jugar al fútbol no ayudaba.

José Español sobrevivió al colegio haciendo de tripas corazón, y cuando pasó al instituto buscó nuevas formas de socializarse; preguntó si existían actividades extraescolares como senderismo o correr (a José siempre le gustaron las actividades al aire libre), pero lo más parecido que encontró fueron los clubes de trekking, footing y jogging. Se conformó y al principio todo fue bien, hasta que en una de las excursiones José se enzarzó en una discusión sobre qué engordaba más, si el bacon o la panceta, y el ambiente se enrareció demasiado para seguir siendo parte del club.

Al acabar el instituto José Español decepcionó a su padres con su elección de carrera profesional. El padre de José le había aleccionado durante años para que cursara Business Managemet, pero José ya había puesto su corazón en una carrera sobre Gestión de Empresas. José y su padre estuvieron mucho tiempo sin hablar, José intentaba recuperar su favor mandándole copias de sus excelentes notas por correo electrónico, pero su padre solo atendía a lo que le llegara por email.

Tras mucho esfuerzo José acabó primero de su promoción y consiguió un puesto en una gran empresa, pero pronto se convirtió en el hazmerreír de sus colegas reviviendo momentos de su infancia: José había llegado dispuesto a comerse el mundo con su agenda electrónica, su tableta digital y su teléfono de última generación, pero en aquella empresa para que a uno lo tomaran en serio se necesitaba una PDA, una tablet y un smartphone. Agobiado, José intentó hablar con Recursos Humanos para que tomaran cartas en el asunto alegando un caso de acoso laboral, pero los responsables de turno alegaron que sólo podían actuar en casos de bullying o mobbing.

José acabó por entender que no había nacido para este mundo, la modernidad que lo rodeaba y lo invadía por todas partes era más fuerte que su carácter simple y castizo. Cedió y empezó a comprarse los mismos gadgets que sus compañeros, a practicar las mismas actividades para relajarse, a atender los populares lounges de chill-out. Y así, poco a poco, José Español dejó de ser español, entendiendo por fin que en esta era de progreso nuestro idioma se queda corto para llevar una vida plena.