sábado, 21 de enero de 2012

Emigración por deseo

Como muchos de nuestros lectores y lectoras saben (algunos incluso por experiencia propia), la falta de oferta laboral en España está llevando a muchas personas a emigrar. Este hecho es en general visto como algo malo, una lacra de nuestra mala situación económica, e incluso los medios lo presentan como un gran daño causado por esta crisis por la que pasamos.

Ahora bien, ¿es realmente la emigración tan mala? ¿O la estamos más bien demonizando? Está claro que, cuando la situación personal de uno fuerza a emigrar como única opción, uno no puede alegrarse demasiado, pero eso no significa que emigrar no tenga sus beneficios. Es más, desde mi punto de vista, estos beneficios son tan grandes que la emigración debería ser contemplada no solo como último recurso, sino como objetivo para el desarrollo personal y profesional.

Algunos de los beneficios que se me pasan por la cabeza son:

- Idioma. No se trata simplemente del inglés, que lo desarrollaremos en mayor o menor medida casi en cualquier país que visitemos, sino del idioma local del país que visitemos (francés, alemán, chino...). Aún si emigramos a un país hispanohablante aprenderemos los diferentes usos del español, cosa que nos ayudaría a entender mejor a nuestros parientes al otro lado del Atlántico.

- Diversidad. En España tenemos unos fuertes vínculos familiares que hacen que rara vez queramos abandonar nuestra localidad de nacimiento. Pero también hace que, quitando Madrid y Barcelona, las ciudades españolas sean muy poco diversas. Cuando en tu día a día integras todas las culturas tu mente se abre a ideas inesperadas. Cuando vivía en Valencia me creía el más cosmopolita por salir con una chica de Castellón (¡de otra provincia!). Algo mágico sucede cuando ves como perfectamente corriente trabajar con un polaco con jefe nigeriano, vivir con un australiano y salir de fiesta con una vietnamita; el mundo, de pronto, es mucho más pequeño.

- Gobierno. Diferentes países son gobernados de diferente manera, y vivir estas otras formas te hace pensar. Por un lado, te ves expuesto a políticas que acostumbrabas a rechazar frontalmente en tu país de origen pero que al experimentar personalmente descubres que no son tan malas como pensabas. Por otro lado, te das cuenta de que algunas de las medidas que criticabas en tu propio país son realmente ejemplares, pues otros países las llevan mucho peor.

- Individualismo. Se suele decir que en España somos muy sociables, aunque tras mi experiencia en el exterior yo creo que somos más bien gregarios. Basamos nuestra vida social principalmente en un grupo más o menos constante de amigos y rara vez nos aventuramos fuera de él. Es más, rara vez acometemos una actividad social en solitario: ¿alguno de vosotros ha dicho alguna vez algo como "me encantaría apuntarme a clases de piano pero no tengo con quien ir"? Cuando uno va al extranjero lo hace normalmente solo (o sola), maximizando su crecimiento personal; es bueno tener gente con quien compartir buenas experiencias, pero más bueno es no necesitar compañía como requisito.

- Emprendedurismo. Marchar al extranjero ya es una actividad emprendedora en sí misma, es una búsqueda de experiencias. Pero, además, en el extranjero probablemente conocerás a gente que han tomado el mismo camino por motivaciones similares: carrera, oportunidades, cultura, idioma... Estas personas con grandes inquietudes son normalmente el mejor punto de partida para proyectos emprendedores.

- Ideas. Gran parte de las mejores ideas han sido ya obradas en alguna parte del mundo, pero aún no han llegado a España. Salir, descubrir, volver e implementar sigue siendo una de las mejoras formas de innovar. Puede que la gastronomía sudafricana tenga grandes oportunidades en el paladar español. Puede que el mobiliario urbano típico de Buenos Aires tenga un tremendo potencial en Madrid. Viajar y explorar sigue siendo la mejor forma de obtener nuevas ideas, el mundo siendo un gran laboratorio del que aprender.

En resumen, la emigración es una excelente (y denostada) fuente de conocimiento y desarrollo, algo que todo el mundo debería vivir. Personalmente, creo esta crisis debería ser considerada no la desafortunada causa que está obligando a muchas personas a emigrar, sino una gran oportunidad para que españoles y españolas descubramos este recursos tan desaprovechado.

lunes, 9 de enero de 2012

Amar

Amar es encontrar. En un tren, en un bar. Encontrar a quien te obnubile, alguien cuyos ojos no puedas evitar. Su pelo brilla, su sonrisa te desarma. Es encontrar una frase para romper el hielo, el coraje de pisar el ruedo. Es quedarte prendado por su humor, su picardía. Amar es demostrar tu valía. Es tocar, suavemente, sin excesos; es mirar, controlar los silencios, el tempo. Las palabras, los gestos.


Amar es arriesgar. Dudar. Con la mano en el teléfono te preguntas si es pronto para llamar o si deberías esperar otro par de días. Es tratar de hallar la línea que divide lo correcto de lo tímido, lo osado de lo grosero. Es un delicado tira y afloja hacia un objetivo que, sin ser desvelado, debe ser evidente.


Amar es disfrutar. Gozar de la complicidad creada. Es la sonrisa tonta que te asoma cada vez que te besa por sorpresa. Es pasar noches en vela compartiendo miradas sin necesidad de mediar palabra. Es disfrutar. Reír por todo y por nada. Convertir cada momento en algo especial, irrepetible. Es la cara de sorpresa de tus amigos y amigas cuando explicas la causa de ese nuevo brillo en tus ojos. Es despreocuparte de ti mismo, y adorarlo.


Amar es temer. Es mirar su cuerpo desnudo sobre la cama mientras duerme, tratando de registrar cada curva, cada peca. Es acariciar su piel temiendo verla desaparecer tan pronto la toques como si de una ilusión se tratase. Amar es temer. Es aceptar que tu vida ya no depende de ti, que ahora es otra persona quien podría decidir hoy, mañana o el lunes que hasta aquí llegó tu felicidad. Es pender de un hilo. Es temer por dos.


Amar es encontrar. Es dar con la persona por lo que todo lo anterior no es simplemente una opción, sino que es la única. Es encontrar, no en el plano físico, sino en el espiritual. La pieza que te completa, la que cambia tu escala de prioridades. Tu vida.

Amar es encontrar.

Encontrar...




martes, 3 de enero de 2012

Un pino en el retiro

Recientemente he cambiado de empresa y, para que conozca a todos los miembros del equipo, mi jefa ha decidido mandarme en peregrinaje por las oficinas para ir tomando contactos. Y, como con todo viaje, descubres las diferencias.

Al pasar de una megacorporación internacional a una de tamaño medio descubres que no todas las oficinas están en localizaciones céntricas, es más, hay algunas, como la que acabo de visitar, que están en lo más recóndito de la campiña inglesa. Solía utilizar salsa de reuniones con vistas a la catedral de St Paul, mientras que ayer estuve en una sala desde la que podía ver... tres vacas.

Al acabar la jornada, rigurosamente a las 17:30 pues la carga de trabajo está controlada (si necesitas hacer horas extra debes confirmarlo con tus jefes antes, pues esto puede significar que tu carga es excesiva), me dirijo al hotel. Mi Premier Inn está igualmente en mitad de la nada, y al ser un hotel para viajes de negocios cortos no tiene gimnasio, piscina ni nada similar... total, que nada para hacer. Estoy en la habitación, solo, aburrido, tratando de averiguar en qué podría invertir el tiempo.

"Voy a hacer el pino".

Y me pongo a tirarme contra la pared tratando de mantener la vertical invertida cuando mis pies tocan yeso. Mi técnica no es muy depurada y me pego unos cuantos guarrazos contra la pared. En uno de los intentos me caigo al suelo en mala postura y me crujen tres cervicales; decido que necesito estudiar mis movimientos con detalle, así que echo mano de la tecnología y me pongo a grabarme con el iPhone mientas sigo buscando el pino que hay en mí (más bien parecía un alcornoque, oigan).

Tras visionarme un par de veces decido que no quiero seguir probando, que lo mío no es el mundo vegetal, pero ya que estoy en modo ejercicio me pongo a recordar las clases de yoga: volteretas hacia atrás, saludo al sol, bebé feliz... Luego me dar por hacer piruetas de ninja y me rozo los pies con la moqueta, que era un tanto tosca. Y hasta aquí podríamos llegar, que el ejercicio a lo yamakazi está muy bien, pero solo mientras mantenga intacta mi integridad física.

"Relajémonos", me digo, y busco el mando de la tele. Pero, oh qué sorpresa, no tengo un mando sino dos, así que la abundancia de recursos y la falta de una programación aceptable me motivan a inventar un nuevo deporte: el zapping extremo. Miren con qué rapidez puedo cambiar canales, ¡a tope!





Con eso puedo cambiar de canal antes incluso de que sintonice, por lo que no me da ni tiempo para aburrirme con lo que echan... Pero tras darle tres vueltas completas a la lista de canales (y hay un par de cientos) se vuelve un poco aburrido, así que apago con el mando A y decido recurrir a los clásicos que siempre funcionan: Me voy al bar, me tomo una pinta y me meto chuletón entre pecho y espalda. Y a dormir como un bebé.