lunes, 26 de diciembre de 2011

Yonquis de la wifi

Desde que emigré a Londres y me compré mi primer iPhone he venido notando cómo mi adicción a la conexión a Internet ubicua se incrementa. Con mi superplan de datos puedo conectarme en cualquier momento. Ya no miro un mapa antes de salir a una dirección desconocida, consulto Google Maps por el camino. Escribo correos en el autobús. Actualizo Facebook. Compruebo mis menciones en Twitter. Y, cuando llego a mi destino, hago check-in en Foursquare.

Pero, ay, cuando vuelvo a España y mi plan de datos no incluye itinerancia me siento desvalido... y arrastro por doquier mi síndrome de abstinencia, móvil en alto tratando de captar redes wifi abiertas. A ver si hay suerte y algún vecino ha puesto una clave sencilla. A ver si el bar de la esquina se tira al rollo y pone una wifi abierta. ¡Tate! ¡Aquí pillo una! Y te quedas anclado al suelo, aprovechando para contestar a los mensajes que hayas recibido en WhatsApp, con tus amigos/familiares/media naranja estirando porque llegas tarde y tú tan estático como los ojos de Espinete, reticente a abandonar el hot spot.

En 2008 fueron noticia dos leridanas (o lleidatanes, como gusten) por recibir tratamiento para paliar su adicción al móvil, hecho que se repitió en muchos otros jóvenes. A principios de año varios medios se hacían eco de uno de los temas tratados en el foro económico de Davos: la adicción de las redes sociales. Y muy pronto los expatriados como yo tendremos que mirarnos bien lo de nuestra wifi-dependencia.

Diario de un robasueños (duerme cuando puedas)

Miércoles, 7:00 - Suena el despertador
7:30 - Me levanto, me ducho, me afeito.
8:00 - Bajo al bar del hotel a zamparme mi desayuno de fruta, zumo, tostadas, huevos pochados, longanizas, champiñones y tomates a la parrilla.
8:45 - Registro mi salida en el hotel y tomo un taxi camino de la oficina satélite.
9:00 - Comienzo la jornada ultimando detalles de la primera tarea que se me ha asignado en el trabajo.
12:30 - Comida en una cafetería tradicional inglesa, básicamente más huevos, longanizas, tomates, alubias...
13:45 - Retomo el trabajo, aunque dedico el resto del día a ayudar a un compañero a escribir un programa multihilo con componentes que no están preparados para concurrencia.
18:15 - Tomo un taxi camino de la estación de trenes.
18:40 - Tren camino de Londres.
19:10 - Metro, paseo, casa, veo a mi compañero de piso y nos vamos de cena para celebrar su ascenso y mi nuevo trabajo.
20:30 - Llegamos al asador argentino Constancia. Genial.
22:30 - Cervezas en casa y un campeonato de Mario Kart para compensar por los días que no nos vamos a ver.
00:30 (ya del jueves) - Empiezo a preparar la maleta
1:30 - Me acuesto
3:30 - Me levanto de nuevo. Paseo y tren para ir al aeropuerto.
5:00 - Llego a Gatwick, facturo, seguridad, desayuno.
6:30 - Despegamos.
10:00 (hora local) - Aterrizo en Valencia. Camino a casa, llamadas de familiares y amigos para coordinar los días.
12:30 - Me tumbo a echar un sueñecito.
14:00 - Quedo con mi hermana para tomar un café.
15:00 - Comida en casa de la abuela
17:00 - Siesta.
18:00 - Ducha, afeitado.
18:30 - Quedo con mi hermana para ayudarle con el regalo de Navidad de su novio
19:30 - Me voy al centro a comprar algunos regalos más.
20:40 - Estoy de vuelta en casa con las compras ya terminadas.
21:00 - Salgo con mi padre de cena para celebrar su cumpleaños.
21:30 - Cena en el restaurante La Albufera, en el hotel SH Valencia Palace.
00:10 (ya de viernes) - Dejo a mi padre en casa y me voy al encuentro de unas amigas para bailar salsa.
3:30 - Tras algo más de dos horas de salsa y bachata llego a casa y me acuesto.
8:30 - Ducha rápida, tengo cita para renovarme el DNI.
9:00 - Llego a comisaría y me confirman que mi cita no es a las 9:00 sino a las 10:00. Fail.
9:15 - Me echo un sueñecito.
9:45 - Me levanto y me lavo la cara para iniciar la operación DNI 2.0
10:00 - Fotomatón y renovación, ya voy documentado de nuevo.
11:00 - Visitas familiares varias.
14:30 - Comida en casa de la abuela.
16:00 - Siesta.
18:00 - Me quito las legañas.
18:15 - Me pongo al día con correos y quedo con las muchas personas que quiero ver en los próximos siete días.
19:00 - Café con amigos.
20:30 - Ducha y acicalamientos varios, hoy hay jarana.
22:00 - Cena con amigos: Campos, Alonso, Miguelito, el nuevo loro... casi toda la tropa al completo, solo ha faltado el Míster.
1:00 (ya del sábado) - Copas junto al espacio anteriormente conocido como "parque de las dos tetas".
2:30 - Los hermanos sobrios nos conducen al centro de Valencia.
3:30 - Entramos en Murray.
6:00 (hora aproximada) - Salimos de Murray.
6:30 - Pico algo y me voy a dormir.
11:00 - El vecino se entretiene con la clásica canica de acero y me despierta. Las insistentes llamadas de teléfono (cuyo terminal está junto a mi cabeza) acaban de hacer el estropicio. Me levanto.
11:30 - Durante las próximas dos horas y pico constato que no por tener más canales de TDT tienes mayor calidad televisiva. Bodrio tras bodrio, oigan.
14:30 - Comida en casa de la abuela.
16:00 - Amago de siesta, no consigo conciliar el sueño.
18:00 - Desisto y me levanto.
18:45 - Café con amigos
21:00 - Cena de nochebuena en casa de mi tía.
00:15 (ya del domingo) - Llego a casa de nuevo, en principio para preparme para salir otra vez... pero el cansancio acumulado me lo prohíbe. Aviso a mis amigos de que esta noche no.
1:00 - Tras luchar contra varios "venga hombre, no seas flojo" me acuesto. Esta vez para dormir 12 horas sin parar.

Y ya estoy listo para volver a empezar :-)

sábado, 24 de diciembre de 2011

Felices

"Feliz Navidad", decimos estos días. "Feliz año nuevo", solemos añadir. Algunos recurren al más genérico "Felices fiestas", pero me pregunto cuántos de nosotros nos paramos a pensar en el quid de la cuestión: felices.

En estos días todos nos llenamos de buenos deseos y buenas intenciones, algunos nos sugieren que extendamos este espíritu al resto del año, pues no basta con ser buenos durante tres semanas y un poco gañanes durante las 49 restantes. Pero los deseos y las intenciones son para mí simplemente los medios para lo que me gustaría fuera nuestro verdadero objetivo: felices.

Son tres años ya de Gato Gordo, y un gran número de personas han leído estos textos. No siempre se os ve, no siempre hay respuestas en nuestros artículos (y lo cierto es que la mayoría suelen ser de nuestra querida Gris). Pero entonces me cruzo con un amigo que me dice "te leo siempre, estás en mi subscripción RSS", u otro que comenta"hay que ver cuánto te curraste aquella entrada", y entonces sois vosotros los que me hacéis feliz.

Además, tengo la suerte de tener a mi alrededor a gente no solo a la que quiero, sino a la que admiro. Gente con la que disfruto tanto en el ocio, ya sea tomando unas cañas o jugando al Mario Kart, como en el oficio, ya sea editando libros o participando en sesiones de compartición de código Java. Gente a la que siempre intento escuchar, porque siempre tienen algo que enseñarme. Gente que me hace feliz.

Es por eso que en estos días, más que feliz navidad, año nuevo o fiestas, quiero decir simplemente feliz. Os deseo a todos y todas la fuerza y el valor para hacer todo aquello que os proporcione felicidad. Haced lo que amáis, y todo lo demás vendrá solo.

Disfrutad.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Volviendo a las andadas

Desde hace un par de años, tal vez incluso más, vengo notando un fenómeno en mí que pensé que nunca me sucedería porque "yo nunca me iba a hacer viejo"... mi falta de cálculo me ha demostrado lo contrario.

Y es que, desde que empecé la salsa, empecé a fomentar menos los pubs y discotecas normales, tendencia que acentué al venir a Londres hasta el punto de casi no salir a discotecas que no sean tropicales o latinas. Además, en Londres no conduzco, y en el coche es el único sitio donde solía escuchar la radio. Si finalmente le sumamos el hecho de que no veo la tele tenemos la respuesta a este fenómeno: ¡no me entero de qué nuevos cantantes o canciones hay por ahí!

Cuando me hablan de esta tía o de aquel grupo, chico, como si me hablaran en griego. El sábado pasado estuve en una fiesta de Navidad en casa de una amiga, muy inglesa, con vino caliente especiado, Pimm's de invierno y la MTV sintonizada. ¿Te crees que conocía los videoclips que iban poniendo? ¡Creo que solo reconocí a Beyoncé!

Así que me lo tomé como los deberes de la noche, a ver qué nuevo descubrimiento me llevo hoy a casa... Y di a parar con LMFAO, lo cual viene a significar Laughing My F*** Ass Off (que podemos traducir como Partiéndome el p*** culo). No sé si el grupo es popular en España o no, si son nuevos o si ya llevan meses en la escena, pero se han convertido en mis nuevos héroes :-).

Os dejo con mi clip preferido de cuantos he podido ver hasta ahora, un gran montaje con reminiscencias a "28 días después".

viernes, 16 de diciembre de 2011

No al impuesto al patrimonio. Sí al impuesto de sucesiones

El reciente cambio de signo en el gobierno central y la actual coyuntura económica (expresión que, por otra parte, se ha convertido en sinónimo de "agárrate que viene curva") sugieren una inminente modificación del sistema impositivo español. Entre las muchas propuestas destacan las respaldas por la doctrina "que paguen los ricos" que sugieren cargar los patrimonios altos para redistribuir la riqueza; sensible como esto puede parecer, quiero motivar al lector a tener en cuenta ciertos aspectos antes de apoyar una opción u otra.

Como establece la carta de los derechos humanos, todos nacemos iguales. Ahora bien, y esto es importante, la famosa declaración no dice que seamos iguales, solo que nacemos tal, lo cual no es incompatible con una diferenciación individual en base a méritos propios.

Así pues, supongamos que dos personas parten de una misma base: mismas oportunidades, mismos recursos, mismas ayudas... La persona A decide aprovechar esas oportunidades al máximo, ahorrar continuamente parte de lo ganado, luchar por ascensos y subidas de sueldo. La persona B se conforma con lo mínimo y decide disfrutar de lo ganado sin ahorrar ni un ápice. La persona A acabará generando un patrimonio que le permitirá una vida mucho más holgada que la persona B, creando una condensación de riqueza relativa (el patrimonio de A es significativamente mayor que el de B).

Bajo el principio de la distribución de la riqueza ("que paguen los ricos"), deberíamos gravar el patrimonio de A para compensar la pobreza relativa de B, pero esto sería doblemente injusto. Primero porque estaríamos penalizando los esfuerzos de A y premiando el conformismo de B. Y segundo porque estaríamos gravando los rendimientos de A dos veces: primero cuando obtiene su dinero (a través del IRPF) y luego otra vez por el mero hecho de no gastarlo; es más, a cada año sucesivo que A no consuma su patrimonio volverá a pagar su tasa al Estado, pagando nuevamente por el mismo concepto. Es por esto que el impuesto al patrimonio debería ser abolido en todas sus formas.

Ahora bien, soy consciente de que hay un componente de mi argumento que puede fallar en muchos casos: la asunción de que A y B parten de la misma base. España ha acometido grandes reformas para asegurar que las mismas oportunidades son otorgadas a todos los ciudadanos, pero eso no significa que los recursos de que disponemos sean los mismos. Si A proviene de buena familia y cuenta con vastos recursos para clases de refuerzo privadas, estancias en el extranjero, etc., partirá con ventaja con respecto a B a la hora de alcanzar méritos, y esto SÍ es injusto. ¿Cómo allanar las ventajas de A heredadas por el patrimonio de su familia sin castigar a los padres de A por sus méritos?

La respuesta se halla en la misma pregunta: herencia. La diferencia entre A y B es que A ha hereda un patrimonio de sus padres que B no puede utilizar. Así pues, siendo que la ventaja de A proviene del patrimonio heredado, gravemos la herencia. Admitámoslo, hace falta esfuerzo para acumular patrimonio a base de trabajar, pero no hace falta dar bien con bola para acumularlo por herencia. El concepto de herencia es, desde un punto sociológico, intrínsecamente injusto: tendremos más o menos oportunidades no dependiendo de nuestros propios méritos, sino dependiendo de dónde hayamos nacido (lo que Warren Buffett llama "la lotería del útero"). Gravemos la herencia, hagamos pagar a aquellos que reciben riqueza sin haber luchado por ella, y utilicemos este impuesto para compensar a los que no parten con dicha ventaja.

En conclusión, y como reza el título de esta entrada, no al impuesto al patrimonio, sí al impuesto de sucesiones.

lunes, 12 de diciembre de 2011

The walk of shame

En esta bendita Londres que alcanzo a querer más a cada día que pasa es parte de la cultura popular "el camino de la vergüenza" (the walk of shame). Se trata de ese camino que tienen que hacer las chicas súper puestas en sus vestiditos y normalmente sin poder cargar ya con los tacones después de una noche de farra. En ocasiones todavía andan a trompicones, víctimas de la resaca, o desentonan horriblemente con el resto de viandantes que llenan las calles por las mañanas... todo un espectáculo.

El concepto realmente no es exclusivo de Londres sino más bien de la cultura anglosajona en general, pero la manera en que este vídeo lo refleja (de paso proponiendo alternativas) está centrado en el caso londinenses. Algunas de las calles están cerca de apartamentos donde solía vivir...


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Hospitalidad por omisión

Mi súper mega híper querida ex-compañera de piso ha vuelto con nosotros durante unos días, la hemos echado de menos. Y, agradable como ha sido su visita, la cuestión es que me ha hecho pensar en lo que es la hospitalidad y como aplicarla.

Ella solía ser nuestra compañera de piso, lo que significa que se movía por casa a sus anchas. Al marchar buscamos otra compañera de piso, por lo que su regreso era solo como visitante, una de tantas personas que viene a verte y para la que preparas café. Al principio pensé que debía tratarla como a cualquier visita: sentarla en el sofá, dejar que se sintiera cómoda, ocuparme de todo para que ella no se tuviera que preocupar de nada... Pero entonces pensé que, dada nuestra historia, tal vez eso no sería lo que la haría sentir más confortable.

Así que en lugar de eso abrí la puerta, le planté dos besos y volví al sofá. Me preguntó si podía hacerse unas tostadas.

- Claro, ya sabes dónde está el pan. Por cierto, he comprado huevos esta mañana, si quieres uno están en el segundo estante de la nevera.

Exactamente como solíamos hacerlo cuando vivía con nosotros. Al rato le apeteció café, y se levantarlo a prepararlo sin más. Empezamos a ver House juntos, y como manda la tradición abrimos una botella de vino. Nos sorteamos quién iría a por el vino, exactamente como solíamos hacerlo, me tocó a mí y a ello fui.

Pasamos una velada encantadora, me hizo pensar que aún vivíamos los tres juntos... y, según lo que me contó después, así se sintió ella también. Y es que la mejor hospitalidad no es la necesariamente la que mejor sirve al huésped, sino la que más le hace sentir como en casa.

lunes, 5 de diciembre de 2011

The right to be right

Note: in this article I refer to a hypothetical senior person that could either be a man or a woman; however, for readability's sake, I refer to this hypothetical person always as he or him. In the text below, when I write he or him, please read he/she and him/her.

I've been thinking about vertical relationships in corporate hierarchies; actually, my thoughts could apply to any vertical relationship: teacher-student, parent-son, senior-junior... I has come to my attention that the common understanding is that, once someone gets to the upper position, he earns the right to be right. Think of the following scenario:

- How dare you challenge him? He is an executive director and you're just an analyst.
- Does it mean he is always right?
- It clearly means he's got more experience than you.
- Well, if he is so experienced he should be able to prove me wrong quite easily, so what's the matter? He makes clear he's the smart one here and I learn something new.
- He doesn't need to prove anything, just shut up and do as you're told.

Sounds familiar? This is what I refer to as the right to be right. Somehow, it has been instilled in our minds that once one achieves a position of seniority that means credibility is granted and no explanations are needed. It's almost as if the person becomes more important than the argument itself.

What is funny about it is that, at the same time that this idea is rammed down our throats (by our teachers, our bosses, our parents...), we are told that we should never rest in our laurels, that we should always welcome new ideas, that in order to keep learning we should keep challenging ourselves... Do you guys see the conflict as well as I see it?

It would be much different if, instead of earning the right to be right, we acquired the obligation to be challenged. The more senior a position the more responsibility it implies, so the more we want to be sure the person is fit for the role. So constant challenge is actually good for the organisation: if the manager responds positively it creates massive trust from the team, and if it doesn't it becomes clear a new person is needed.

Why does corporate culture condemn bottom-to-top challenges so much then? Isn't there too much at stake to simply assume that senior means right? Three reasons come to mind. First, because sometimes battlefield promotions are needed and, although the person is not good enough for the role, there's no one better available. Second, because in environments hyper-charged with ambition (and large corporations usually are) encouraging challenge could lead to aggressive challengers and destroy team-work. And third, because managers face a conflict of interest when encouraging challenge: it could easily expose their weaknesses.

However, I think these risks are usually overstated, and the current world needs more bottom-to-top challenge, not less. We need to live more out of our demonstrable talent and less out of implied abilities. Let's play the game.