lunes, 2 de marzo de 2009

Y va otra de idiotas y llorones

Lo siento, sé que soy duro en mis afirmaciones, sé que mucha gente se verá ofendida, puede que incluso parte de esa gente sea gente que aprecio, pero es que no lo puedo evitar... Manolete, si no sabes torear pa que te metes.

Recientemente hemos tenido manifestaciones en Madrid exigiendo soluciones por la quiebra de Lehman Brothers. La gente quiere soluciones, pues han perdido sus ahorros y quieren que alguien se los devuelva. Hasta aquí puede parecer lógico, hasta puede que simpaticemos con todos esos chillones que llevan pancartas rezando cosas como "maldito banco, ¿dónde está mi dinero?". Vaya, si solo añadieran otras grandes verdades como "maldito banco, me diste un contrato que nunca leí, acepté un riesgo que nunca entendí, asumí que esto era una bicoca y que iba a ganar dinero sí o sí, y ahora que resulta que no es así me siento tremendamente estúpido y necesito echarle la culpa a otro". Chato, si no quieres arriesgar tu dinero, la única manera segura 100% es no dárselo a nadie. Si resulta que quieres más y te vas a un banco que ofrece un x% de interés, debes ser capaz de entender que hay un riesgo real, inherente e inevitable en la operación, y que debido a ese riesgo puedes perder parte o todo tu dinero. Duro, es posible, pero la vida es así.

Pero llorones y quejicas los ha habido siempre, unos más pequeños, otros más grandes, pero siempre han estado ahí. Tal vez uno de los casos más famosos sea el de 1994 de Orange County, un condado del California; para financiar sus actuaciones el maravilloso Orange County decidió jugar en el mercado de derivados, que puede llegar a ser muy beneficioso, pero que implica un riesgo que pocas personas son capaces de entender... y los gestores de Orange County no formaban parte de ese grupo. Después de años en el juego Orange County acumuló una deuda de 20 mil millones de dólares con Merrill Lynch, se declaró en bancarrota y, para más inri, acusó al banco de no haberle avisado correctamente de los riesgos de la opeación. La misma cantinela: yo me meto en un juego para el que no soy suficientemente sofisticado, y cuando todo sale mal te echo la culpa a ti. Y lo peor es que en este caso el juez les dio la razón, ¡ay!

Hace poco leí la siguiente cita de parte de un amigo y, aunque habla de América, creo que es extensible a todo el mundo (la traducción es mía, el original está aquí):
El problema de América es la estupidez. No digo que debería haber una pena capital por estupidez pero, ¿y si simplemente quitamos las etiquetas de seguridad de todos los objetos posibles y dejamos que el problema se resuelva solo?
Ole.

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