martes, 1 de diciembre de 2009

Dubái, Abu Dabi y la "técnica Dimon"

Mucho se habla estos días de Dubái tras anunciarse que podría no cumplir con los inversores ante el inminente vencimiento de 3520 millones de dólares de bonos islámicos o sukuks, hecho que supone un antes y un después en su alocada carrera de crecimiento. Estratégicamente situada entre los polos financieros de Londres y Singapur, Dubái ha intentado convertirse, a golpe de talonario y ladrillo, en un foco internacional de finanzas, congresos, convenciones y turismo de lujo.

Hitos como la inauguración del primer hotel de 7 estrellas del mundo, el Burj Al Arab (en cuyo elevado helipuerto Agassi y Federer disputaron un partido de tenis), la construcción de islas artificiales con forma de palmera gigante o de planisferio o la proyección del que iba a ser el primero edificio del mundo en alcanzar el kilómetro de altura deslumbraron al mundo. Celebridades como David Beckham o Brad Pitt se disputaban las extremadamente lujosas villas a la venta, mientras que trabajadores de todo el mundo acudían al emirato a hacer su agosto llegando a engrosar la población extranjera hasta alcanzar nada menos que el 86% del total.

Ahora bien, que Dubái estuviera creando un producto para el resto del mundo no significa que se estuviera abriendo al mundo. Dubái es una tierra árabe gestionada para el disfrute de los árabes y que únicamente entró en contacto con el exterior para hacer negocios. De esta manera, así como los locales disponen de seguridad social, educación y en determinados casos hasta vivienda gratuitas, un extranjero ha de pagar por ello y a precios nada baratos; tal vez por eso aquellos que han vuelto no han tenido reparos en dejarse cuantas deudas tuvieran, abandonando incluso lujosos coches con letras impagadas en el aeropuerto. Ahora que el sueño de Dubái se desmorona, le pone ojitos de gacela a su nación hermana Abu Dabi para que le ayude a salir de este embrollo.

Sin embargo, estos dos hermanos son tan dispares que bien se podría pensar que uno de ellos es adoptado (o bastardo). Así como Dubái impuso sus reglas de manera tajante para el crecimiento desmedido, Abu Dabi creció de manera más pausada y aceptando reglas externas, al menos de manera simbólica. Por poner un ejemplo, el Gran Premio de Abu Dabi de F1 se disputa en el recientemente construido Circuito de Yas Marina, aunque mucho más representativo de la influencia externa resulta la construcción de la isla artificial Saadiyat, que pretende albergar "delegaciones" de emblemáticos museos como el Louvre o el Guggenheim.

Y es llegados a este punto donde creo que Abu Dabi está jugando su baza política. Los 7 emiratos que forman Emiratos Árabes Unidos son en gran medida independientes, aunque para los asuntos comunes existe un Consejo Supremo donde cada emirato cuenta con un voto. Ahora bien, los dos emiratos más poderosos, Abu Dabi (el primero) y Dubái (el segundo) cuentan con poder de veto en el Consejo, y su poder superior es ejercido indirectamente a través de la "tradición" de que el emir de Abu Dabi sea elegido presidente de EAU mientras que el de Dubái sea nombrado Primer Ministro. Dada la naturaleza fuertemente jerárquica y patriarcal de este estado árabe (no hay elecciones ni partidos políticos), no me cuesta imaginarme al emir de Abu Dabi pensando en sobreponerse al de Dubái, destacando en poder dentro de esta liga árabe.

Dubái ha alienado al mundo occidental con su trato despectivo hacia los trabajadores extranjeros y con el riesgo que ha inducido en el capital inversor foráneo, mientas que Abu Dabi ha tendido puentes de entendimiento mediante el intercambio de arte y cultura. Así, es de esperar que, cuando Abu Dabi exija rédito político a cambio de ayudar económicamente a Dubái (como se especula), la comunidad internacional se posicione a favor de Abu Dabi y en contra de Dubái, cambiando la tónica de no interferir en luchas tribales de familias árabes.

Puede que el lector se esté preguntando a estas alturas qué tiene que ver toda esta historia con Jamie Dimon, director ejecutivo de JP Morgan. Bien, lo que tiene que ver es que Abu Dabi se ha servido de la misma técnica que Dimon para hacerse con el control de sus rivales: crear aliados, desarrollar potencial interior sin hacer ruido, y ante el fallo del oponente asestar un único y definitivo golpe. Jaime Dimon, quien consiguió que el banco que dirige mantuviera un balance positivo en el aciago año de 2008 y que está batiendo récords en 2009, es un maniático del recorte presupuestario y del control de riesgo. Su ya emblemática fortress balance sheet (una manera de referirse a unas cuentas fiscales "a prueba de crisis") le pusieron en una posición tal que, mientras sus rivales se derrumbaban, él podía permitirse el lujo de hacer favores en Washington salvando a las entidades Bear Stearns y Washington Mutual y añadiéndolos a su fuerza financiera, reforzando su posición en las áreas de banca de inversión y de banca comercial.

Me gusta este caso, y con esto pongo fin a este prolongado artículo, porque ejemplifica cómo los grandes booms suelen ser mucho ruido y pocas nueces, extravagancias que no ocultan más que tretas para conseguir dinero fácil y que acaban funcionando para pocos y hundiendo a muchos mientras que, por otro lado, el trabajo constante, dedicado y minucioso y, sobre todo, el esfuerzo por mantener los pies en el suelo acaba redundando en premios mucho menos ostentosos, pero más seguros y duraderos. Un brindis por Abu Dabi y otro por Jamie.

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