domingo, 30 de octubre de 2011

Bzzzz... Bzzzz...

Esta es una historia real que le sucedió a una amiga mía. A pesar de que sucedió hace ya varios meses mi amiga no ha querido ponerme al día hasta ahora, y en cuanto lo hizo le pedí permiso para publicarla en El Gato Gordo. Aceptó, con la única condición de que cambiara algunos detalles para que no se supiera de quién se trata, así que en esta historia mi amiga se llamará Susan y tendrá una amiga llamada Jennifer.

Susan y Jennifer acababan de pasar unos días en Egipto, volvían tarde, casi de madrugada, y estaban cansadas. Habían volado en una de estas líneas de bajo coste que te dejan en aeropuertos dejados de la mano de Dios, por lo que al cansancio del vuelo había que añadir el trayecto desde al aeropuerto a casa. Llegaron, dejaron a un lado la maletas de cabina con las que habían viajado y comprobaron el correo por su hubiera alguna carta urgente. Entonces...

Bzzzz

Jennifer: ¿Has oído eso?
Susan: ¿El qué?

Bzzzz

Jennifer: Un zumbido.

Bzzzz

Susan: Sí, lo oigo ahora, qué extraño...

Buscaron por la casa la procedencia del zumbido, y al poco Jennifer exclamó "¡Viene del cuadro de luces! ¡Corre!", y ambas salieron corriendo del piso hasta llegar a la calle. Susan llamó por teléfono a sus padres, arrancándolos de su sueño, Jennifer sollozaba. En un arranque de valor (y de consejo paterno), Susan llega a la conclusión de que deben tomar el toro por los cuernos y analizar la situación, y las chicas volvieron al piso; fue ahí cuando se dieron cuenta de que habían dejado las maletas junto al cuadro de lucres.

Bzzzz

Jennifer: Espera, el zumbido no viene del cuadro de luces, viene de tu maleta.
Susan: Yo no tengo nada que zumbe.
Jennifer: ¿Te llevaste algún cepillo de dientes eléctrico?
Susan: No.
Jennifer: ¿Te llevaste un vibrador?
Susan: ¿Para qué me iba a llevar un vibrador a Egipto?
Jennifer: ¿Te lo llevaste o no?
Susan: ¡No!
Jennifer: ¿Pues qué tienes ahí dentro?
Susan: No lo sé... ¿y si es una bomba?
Jennifer: ¿Cómo va a ser una bomba? ¡Son nuestras maletas!
Susan: Sí, pero las hemos dejado en el hotel todo el día...

Habían abandonado el hotel antes de las doce según las normas, pero como el vuelo era tarde habían decidió dejar las maletas en consigna para poder aprovechar el día y hacer algunas compras de última hora. Ahora bien, la consigna del hotel era una mera sala tipo trastero donde cualquier cliente del hotel dejaba su equipaje, no había compartimentos individuales. Las maletas de las chicas eran equipaje de mano, por lo que no tenían ningún candado. Y, cuando volvieron a recogerlas después de las compras, no las abrieron para nada, por lo que era técnicamente posible que alguien hubiera colocado algo en su interior y ellas lo hubieran traído desde Egipto sin saberlo. Estaban cansadas, dubitativas, era tarde, habían tomado mucho el sol y ese zumbido incesante e impertinente exigía algún tipo de acción: decidieron llamar a la policía.

Susan: ¿Hola? Sí, buenas noches, probablemente no sea nada, pero...

Cinco minutos después dos coches de policía y una furgoneta de artificieros llegaban a su casa con luces, sirenas y toda la fanfarria. Uno de los artificieros, en ese disfraz de muñeco de Michelin verde que tanto los caracteriza, tomó la maleta y la llevó con cuidado al rellano, lo más lejos posible de las puertas de los vecinos.

Los siguientes dos minutos fueron tensos, espesos. El zumbido seguía presente en el ambiente. Ese bzzzz lo llenaba todo. El artificiero se arrodilló frente a la maleta y comenzó a abrirla despacio. Podían oír la cremallera cediendo diente a diente, con el zumbido de fondo. El artificiero abrió la maleta de par en par, el zumbido se hizo más intenso y las chicas se agarraron la una a la otra con fuerza. El técnico de explosivos empezó a remover el contenido de la maleta con cuidado. De pronto se detuvo. Se levantó pesadamente. Se dio la vuelta y se encaminó hacia el grupo con cara de circunstancias y una Epilady en la mano.

Artificiero: ¿Es esto vuestro?
Susan: Ay, sí, como me hice la cera antes del viaje no pensaba que me la hubiera llevado a Egipto...
Artificiero: Bueno, no pasa nada, habéis hecho lo correcto llamándonos, nunca se sabe lo que puede pasar.

Susan aún se sonroja cuando cuenta esta historia, y a buen seguro los policías de guardia aquella noche aún se descojonan cuando la recuerdan.

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