jueves, 18 de diciembre de 2008

La historia interminable

Aunque parezca mentira no voy a hablar de la archiconocida obra de Michael Ende, sino más bien del último libro de Ken Follet: Un mundo sin fin. Sé que puede parecer absurdo que utilice el título de un libro para hablar de otro, pero si podemos utilizar grandes obras para hablar de nada bien podemos otorgarnos esta licencia; así somos los discípulos de El Gato Gordo.

En cualquier caso, el título tampoco le viene mal, ya que un mundo sin fin relata una historia interminable... Pero empecemos por el principio y vayámonos al germen de esta historia: Los pilares de la tierra. Esta novela caló hondo tal vez por el experimento literario que supuso; los personajes principales no eran realmente personas, ya que la mayoría de los que centraban la acción al principio de la novela no tenían continuidad hacia el final, mientras que las estrellas del final no existían siquiera en el inicio. La mayoría de los lectores vio claro que el personaje principal era, sin embargo, la propia catedral, y cómo las acciones y reacciones de la gente alrededor de ella influían en su historia y desarrollo; argumentación bastante próxima a la realidad, desde mi punto de vista, pero no del todo exacta.

Para mí, el auténtico personaje principal de la novela, aquel cuyos designios estaban siendo revelados, era uno mucho más general: la propia condición humana. Pensadlo, en esta historia se muestra cómo las ambiciones chocan con las adversidades, cómo la rendición o la perseverancia de un solo hombre pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos, o cómo acérrimos enemigos pueden ser compañeros de cama si las circunstancias así lo propician. Lo curioso es que para mostrar esto se escogió el medievo inglés y, más concretamente, el ficticio pueblo de Kingsbridge, aunque bien se podría haber hecho lo mismo con el antiguo Imperio Romano o con la Cuba castrista.

¿Y qué es Un mundo sin fin con respecto a Los pilares de la tierra? Un traje hecho de diferentes telas, pero a partir del mismo patrón. Distinto aspecto, misma esencia. El personaje principal es el mismo, la condición humana. Y los acontecimientos son análogos: golpes de suerte, caídas, azares, alianzas y traiciones. Es como escribir la misma historia con otras palabras... No me malinterpreten, me ha gustado este libro, pero así como el primero me pareció tremendamente original el segundo me ha parecido estirar el chicle; es como repetir plato, que lo haces porque te gusta lo que comes, pero no deja de ser más de lo mismo.

Aún así recomiendo su lectura, pero advirtiendo a navegantes de que no se sorprendan si no experimentan la misma satisfacción que con su predecesor.

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