martes, 15 de junio de 2010

May Bank Holiday: Están locos estos romanos

Tercera parte y tras visitar el corazón de la campiña inglesa cubrimos otro de los grandes atractivos en torno a Newcastle: el muro de Adriano. El emperador romano Adriano decidió en el año 122 construir un muro que cruzara toda la Gran Bretaña de este a oeste, no tanto para dejar fuera a los "bárbaros", sino para dejar dentro a los romanos (léase contribuyentes). Es más, cuando esta muralla fronteriza más que defensiva fue construida Roma empezó a emitir "pasaportes" para distinguir a los ciudadanos que salían de los confines del imperio que bautizó al Mare Nostrum y así reconocerlos cuando estos estuvieran de vuelta (el "pasaporte" era en realidad una marca física en su piel, una cicatriz distintiva para que ningún contribuyente escapara de sus obligaciones tributarias para con Roma).

Hoy poco queda de dicho muro, aunque lo que queda merece la pena una visita. Desde la estación central de trenes de Newcastle sale un bus, bautizado poco imaginativamente "Hadrian's Wall Country Bus AD122", y que recorre los caminos en paralelo al muro hasta casi la mitad del recorrido, acompañado con un guía turístico que va explicando la historia del muro; el conductor incluso aminora la marcha cuando pasamos cerca de algún fragmento interesante para que el guía tenga tiempo de narrar su historia. Durante el trayecto, además, se reparten réplicas de sandalias romanas y de cascos de centurión, con lo que uno tiene la oportunidad de tomar alguna instantánea divertida aún sin pisar tierra.

Míralo qué guapo.

El bus realiza varias paradas durante el trayecto, todas ellas en puntos significativos de la construcción: restos de un fuerte, una torre vigía, un albergue junto al muro, etc. Nosotros nos bajamos en la ultimísima de ellas, y desde ahí emprendimos un camino de regreso campo a través junto al (y en ocasiones sobre el) muro. Ahora bien, es en este punto donde uno tiene que tomar una decisión en base a su condición física y su amor por el sufrimiento: tomar el camino de los legionarios o el de los machotes. Los romanos no eran tontos y sabían que un buen muro se complementa con una buena fosa en el frente, y no hay mejor fosa que un accidente natural; así pues, siempre que pudieron construyeron el muro junto a un risco, en lo alto de una colina, etc., lo que significa que el muro sube y baja por lo más escarpado del lugar. Pero, como ya he dicho, no eran tontos, y sabían que recorrer el muro arriba y abajo era un coñazo, así que al mismo tiempo que construyeron la fortificación construyeron una ruta paralela mucho más cómoda y plana para que las tropas se desplazaran a lo largo de la muralla con facilidad (los romanos siempre supieron de carreteras, se suele decir que desde la Gran Bretaña hasta Roma se necesitaba solo una semana de viaje si se seguían las vías romanas).

Y he aquí la decisión del caminante: seguir el camino de los legionarios, paralelo al muro pero no estrictamente junto a él sino a través de las carreteras planas y cómodas (o lo que quedan de ellas) o seguir el camino de los machotes, que son los que van a distancia de un brazo del muro ya suba o baje este como el Dragon Kahn. Y a ese nos atuvimos, al de los machotes (que reventón de piernas).


El día amenazaba lluvia y no pudimos hacer un recorrido tan largo como nos hubiera gustado, apenas caminos durante 10km, aunque hay que decir que las vistas eran espectaculares. Los campos llenos de ovejas y vacas, ganado por naturaleza tranquilo, insuflaban un aire de tranquilidad solo roto por lo inclemente del tiempo (y eso que estábamos casi en junio). Pocos árboles crecen por esta zona, y los que crecen lo hacen bajo el azote de un viento implacable que los deforma sin remedio, estampa inequívoca de lo que puede ser un bonito sucedáneo inglés del Camino de Santiago.


Eso sí, por mucha herencia romana que pueda quedar los ingleses dejan su huella con tinta indeleble, y hasta en lo más inhóspito de estos parajes puede uno encontrar la calidez de un clásico salón de té.


La verdad es que después del pateo, el frío, la comida frugal y los sube y baja junto al muro ese té calentito sienta más que bien. Y, para compensar el campo, lo mejor es la playa.

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