lunes, 21 de junio de 2010

May Bank Holiday: Hokkaido

Hokkaido (en japonés 北海道) es el nombre de una de las islas más grandes de Japón, situada al norte de la isla principal, y significa “Camino del Mar del Norte”; este bien es también el título del último capítulo de mi aventura en Newcastle.

El nombre completo de Newcastle es Newcastle-upon-Tyne, literalmente “El castillo nuevo sobre el (río) Tyne”. Desde Newcastle sale un metro que en 20 minutos te deja en Tynemouth, cuyo significado literal es “Boca del Tyne” y que da buenas pistas de su localización: justo en la desembocadura del río Tyne sobre el Mar del Norte. Tynemouth es un pueblo costero de amplias playas que alcanzó una popularidad considerable durante la época victoriana, convirtiéndose en una especie de Noja británica.


Eso sí, aunque la playa sea preciosa y el día luminoso no hay que olvidar que Tynemouth está al norte, muy al norte, casi a la misma altura que Moscú, y eso implica un frío del carajo. Yo no me quité la chaqueta en ningún momento, y cuando se me ocurrió la peregrina idea de quitarme las zapatillas, arremangarme las perneras y mojarme los pinreles me di cuenta de por qué los surferos van de neopreno de 7 mm hasta las cejas... Dios, quería salir de allí a toda costa, pero el agua estaba tan fría que no podía ni correr, era como si el helor me hubiera calado hasta paralizar mi capacidad de tomar decisiones y, por mucho que quisiera, no pudiera ordenar a mis piernas que caminasen más deprisa. Lo bueno es que ya tengo otro mar donde he mojado los pies y, aunque todavía no son demasiados, voy por el buen camino.

El noreste de Inglaterra, y en particular Tynemouth, son famosos por su fish & chips, y a ello fuimos a darle. Lo cierto es que me dejó un tanto decepcionado, tal vez porque había oído tanto acerca del fish & chips de la zona que me esperaba algo espectacular, y desde mi punto de vista fue una versión del plato más bien normal tirando a pobre: el rebozado estaba excesivamente aceitoso y, tal vez por ser demasiado fieles a la tradición, no venía acompañado de puré de guisantes ni de limón o salsa tártara; en lugar de ello los únicos condimentos disponibles eran sal (el complemento perfecto para el aceite churretoso, hipertensión y colesterol a partes iguales) y vinagre (por lo visto a los ingleses les encantan las patatas con vinagre, yo no lo acabo de ver). Si por lo menos el vinagre hubiera sido de Módena le habríamos dado un toque de distinción... pero no, vinagre del chunguete.

Aún así hay que decir que la visita fue más que merecedora y merecida, tres días que dieron mucho de sí y que no defraudaron en absoluto (no como el viaje de Pascua del año pasado). Ahora toca viajar a Escocia, otra tierra de acentos difíciles.

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