martes, 14 de octubre de 2008

Té moruno: metodología y disfrute

Hace poco una de mis mejores amigas me regaló un conjunto de tetera y vasos de té marroquíes y me explicó el procedimiento para hacer té al estilo de Marruecos. El proceso en sí mismo es curioso, por lo que he pensado que sería interesante comentarlo con mi toque personal.

Lo primero que necesitamos es el conjunto de tetera y vasos de té marroquíes como los de la foto. No se asuste si tiene la impresión de que los vasos son del Todo a 100, probablemente lo sean, pero de un Todo a 100 marroquí, cosa que los legitima. También necesitaremos té, obviamente, preferiblemente té seco en hoja no cortada como el que vende la marca Twinings. Por último, será necesaria una buena ración de menta fresca y una cantidad de azúcar equivalente a la utilizada para la campaña de Navidad en el pueblo de Jijona.



Con todo esto listo, cogemos una olla o pote estándar, lo llenamos de agua y lo ponemos a hervir (¿no hervimos con la tetera? pues no, aún no). Mientras tanto se coloca el té en la tetera, dos cucharadas de café por persona más otra cucharada adicional y, dependiendo de la fuerza del fogón y de los vicios de cada uno, se sale uno al balcón a echarse un cigarrito, se va al baño, se pone la tele o se queda mirando el ondular del agua según sus corrientes convectivas.

Una vez ha hervido el agua se echa un culín en la tetera, lo suficiente como para cubrir el té utilizado, se menea y remenea y se tira este agua en un vaso que guardaremos (sí, la primera agüilla, esa que se queda con toda la posible mierda que pudiera contener la hoja de té, nos la guardamos; le dará un regustillo especial). A continuación repetimos el proceso una segunda vez, segundo culín de agua y segundo remeneo, pero esta agua, que es la que yo llamo "del remeneo del amago", la vamos a tirar. Entonces tomamos el agua del primer remeneo y la volvemos a añadir a la tetera, para que no pierda sustancia.

Aquí es donde empieza lo divertido. Cuando en la tetera tenemos el té y el agüilla sucia hemos de echar la menta fresca. No se preocupe por la cantidad de la menta, añada de forma generosa; si mirando el contenido de la tetera duda sobre si ha puesto suficiente menta probablemente la respuesta correcta sea "no", así que añada más. Cuando llegue el punto en el que empiece a tener la sensación de que se ha pasado tres pueblos con la menta sonría, habrá alcanzado la dosis exacta. Para que se haga una idea, los más puristas discuten si esta bebida debería considerarse una infusión de té con un toque de menta o una infusión de menta con un toque de té.

A continuación viene el azúcar. Si con la menta tenía la sensación de utilizar mucha cantidad, con el azúcar tendrá esa misma sensación a la enésima potencia (para n>2). A los marroquíes les gustan las cosas bien dulcecitas, así que para preparar auténtico té moruno tendrá que echar azúcar suficiente como para estropear las dentaduras de tres elefantes.

Con esta amalgama de ingredientes ya en el interior de la tetera llenamos de agua hasta arriba y ponemos, ahora sí, la tetera al fuego para que hierva su contenido. Es de personas inteligentes utilizar el resto del agua calentada en el pote estándar inicial, pero aquellos que gocen del estatus de Tonto del Pueblo y no quieran perder tan honorable cargo pueden tirar el agua caliente por el desagüe (o incluso echársela en un pie) y verter agua fría en la tetera. Si además añade cubitos de hielo se ganará el desprecio de aquellos que lo rodean.

Cuando ya el agua ha hervido tenemos casi preparada nuestra infusión, pero aún falta el toque final. Hemos de asegurarnos que el mejunje se ha mezclado correctamente y para eso haremos la siguiente cochinada: tomamos uno de los vasos de té y vertemos té en él. Este vertido hay que hacerlo en altura, como escanciando sidra, provocando la generación espontánea de espumita de té. Cuando hemos llenado el vaso lo vaciamos de nuevo en el interior de la tetera, repitiendo este mismo proceso unas cuatro o cinco veces. La finalidad de este proceso no es imitar al Profesor Bacterio vaciando el contenido de un vaso sobre otro sino, como ya se ha comentado, asegurarnos de que todo se ha mezclado correctamente.

Nota: es posible que el símil del vertido de té con la escancia de la sidra le haya dado la idea al lector o lectora de impresionar a sus amigotes tirando el té tras la nuca. A pesar de lo impresionante de la maniobra, el autor de este artículo quiere desaconsejarla encarecidamente, dado que un error en la ejecución puede hacer que el correspondiente amante del riesgo se vierta el té hirviendo sobre la nuca con consecuencias por todos imaginadas; si además se ha cortado el pelo recientemente y aparece alguien dispuesto a "estrenarle" con una amistosa colleja, la combinación de factores puede provocarle más dolor que trabajar en un día de fiesta. Tenga cuidado.

Después de todo este proceso llega el momento de disfrutar de nuestra infusión. Verteremos té en los vasos del Todo a 100 moruno al estilo gaitero anteriormente relatado, repartiremos vasos y beberemos. El acto de beber también tiene su propio protocolo. El vaso ha de ser tomado con los dedos pulgar, índice y corazón, el gordo apoyando en el borde superior y los otros dos bajo el culo del vaso. Esto se hace así para evitar que la elevada temperatura del líquido contenido (y por extensión del envase continente) provoque quemaduras de tercer y cuarto grado en los dedos del invitado. Ahora bien, si se da la circunstancia de que uno es un fugitivo de la justicia o planea serlo a corto plazo tal vez pueda resultar beneficioso coger el vaso por el medio y con las yemas de los dedos: el efecto cauterizante borrará sus huellas dactilares.

Con nuestro vaso ya en la mano realizamos el acercamiento a la boca. El disfrute de té se hace como el del champán, a pequeños sorbos. Además, en este caso la palabra "sorbo" es más adecuada que nunca, ya que verdaderamente se ha de sorber el té (si tiene dudas sobre como realizar esta parte consulte con su abuelo/a, seguro que puede mostrarle algún ilustrativo ejemplo con una sopa de fideos). El principio científico bajo tan sonora acción es que, al entrar aire junto con el té se equilibran las temperaturas, evitando quemarnos también la lengua (que, junto con la nuca y los dedos de pasos anteriores, sería ya lo que nos faltara). Si aún así uno opta por una metodología más políticamente correcta, no se preocupe, el afán positivista de este escritor no puede evitar verle un lado bueno al asunto: habrá perdido totalmente el sentido del gusto, imagine la de cubatas que podrá ganarse en una reunión de amigos, ¿qué te apuestas a que me echo colonia en la lengua sin hacer un gesto?, será el alma de la fiesta.

Bueno, esto ha sido todo lo que corresponde a la preparación y consumo del té moruno. El avituallamiento puede ser completado con unos dátiles, y si además de tomar té aprovecha esta reunión para acordar el matrimonio de su hija o hermana tendrá una experiencia totalmente moruna.

Que lo disfrute.

1 comentario:

  1. DE TOMA PAN Y MOJA
    (receta de callos original de Casa Botín, S. XVIII)

    Invitó un día D. Francisco de Goya a unos amigos a comer a Casa Botín, y al entrar a dicha casa, dijo el pintor -- ¡¡¡¡ “ que sean callos “!!!!.

    -“Habrá que esperar maestro “- le dijeron desde la cocina:; y allí se quedo el maestro, mirando como se hacía lo que se pasa a relatar:

    Se habían pedido callos para seis personas de buen diente.

    -La cocinera había limpiado previamente el mondongo con sal gorda, vinagre y agua, que cambió cuatro veces y luego cortó los callos en trozos regulares, igual que los imprescindibles morros y manos de ternera. Un kilo de callos, una mano y un morro de ternera, tres morcillas especiales, dos chorizos de guisar, ciento cincuenta gramos de jamón, tres cebollas y media, dos zanahorias, dos puerros, tres tomates pelados y sin semillas, tres clavos, cuatro dientes de ajo, medio cuartillo de vino blanco, una guindilla, una cucharada de pimentón dulce y media de picante. ( así le gustaba a D. Francisco) Tres hojas de laurel, manteca de cerdo (hoy aceite de oliva), sal, tomillo y pimienta en grano.

    -La cocinera de Botín, puso a fuego vivo un cacharro con agua fría donde echó las manos, el morro, los callos, la media cebolla con los clavos pinchados, los ajos, el laurel y la pimienta.

    -Mientras en cazuela de barro, el pinche o marmitón, rehogaba con aceite las cebollas muy picadas, las zanahorias, los puerros, los tomates, el vino blanco y la guindilla, dejándolo hacer lentamente hasta que todo estuvo bendito; añadiendo algo de caldo de la olla donde cocía el mondongo. La jefa, sacó las manos y el morro de ternera y los incorporo a la cazuela donde se hacían las cebollas y resto de ingredientes y los regó con una cucharada de pimentón, cubriéndolos con el agua del cocimiento y así, con los chorizos, el jamón picado y las morcillas, siguieron cociendo hasta alcanzar el grado de ternura que apetecía a D. Francisco, a quien le gustaban (al final) con un ajo crudo y unas hebras de azafrán.

    -Por fin, comprobó que la salsa estaba trabada y en su punto y el maestro sin mediar palabra, se puso la servilleta al cuello y junto a sus invitados, degustaron tal manjar.


    Gil Martínez,
    Cocinero de cabecera. Para Abraham Marín Pérez (exiliao)

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